El poder de la expectativa
La vida se expande o se restringe en función a lo que esperamos de ella. Cuantas veces hemos hecho eco de aquella máxima de las leyes de Murphy que dice, “piensa lo peor y acertarás” tal parece que hemos desarrollado el hábito de que es preferible tener la razón a que nos vaya bien, o a que las cosas salgan de la mejor forma posible. También trasladamos estas expectativas nefastas a lo que esperamos recibir de alguien. Me he encontrado con personas a las que las expectativas negativas de quienes lo rodeaban, literalmente lo empujaron a validar aquella profecía. Cuando esperamos algo de alguien y lo contaminamos con pesimismo, ya sea que se lo digamos o no, la probabilidad de fracaso es mayor.
¿Te ha pasado que has emprendido un proyecto en tu vida, sabiendo muy en el fondo que no lo ibas a lograr? O ¿has salido en tu carro con la certeza que se iba a dañar, o que te lo iban a robar?
Para algunos resulta más cómodo esperar lo peor, para ellos es preferible no elevar sus sueños y aspiraciones, y así evitar el dolor que supone caer y fracasar. El evitar el dolor del fracaso es igual a evitar el éxito.
Antes de comenzar cualquier proyecto en nuestra vida por pequeño que nos parezca, debemos preguntarnos, ¿Qué resistencia tengo a verlo convertido en un éxito? Al encontrar la respuesta podemos replantear el proyecto para que los saboteos inconscientes no nos hagan fracasar. Al emprender algo de lo que no estamos plenamente convencidos, creamos las circunstancias necesarias para fracasar. Por ejemplo, alguien que estaba pasando por una difícil situación económica se vio obligado a manejar taxi, lo cual hizo con mucho malestar; a las pocas semanas estrello el auto, dejándolo inservible.
También ocurre lo mismo cuando de sociedades se trata; el sentimiento más leve de que algo no va a salir bien, amerita que nos detengamos a reflexionar si lo que estamos haciendo va bien encaminado, y si es posible, hablarlo con los involucrados, a lo mejor ellos sienten algo parecido a nosotros y la conversación puede clarificar las dudas de ambos.
Un habito que está profundamente arraigado en nosotros es el de hablar en contra de las intenciones que tenemos, por ejemplo cuando extraviamos algo decimos “no encuentro las llaves” o “estoy buscando las llaves” estas 2 frases reafirman todo lo contrario a la intención que tenemos que es encontrar las llaves. Es más útil decir “Estoy encontrando las llaves” esto te pone en un estado neurofisiológico que te apoya a lograr tu objetivo. Esta es una de las razones por las cuales generalmente encontramos las cosas cuando no las estamos buscando.
Una forma de usar negativamente el poder de la expectativa es cuando continuamente nos quejamos de la mala conducta de nuestros hijos con ellos o con otras personas; estamos haciendo 3 cosas totalmente dañinas para ellos: la primera nos estamos alejando de la posible solución al conflicto que estamos viviendo, la segunda: estamos hundiéndolos en su propia debilidad y la tercera es que estamos programándolos para repetir esta conducta por el resto de su vida. La conducta de nuestros hijos generalmente es un reflejo de nuestras propias inseguridades y de aquellas áreas de nuestro desarrollo humano que faltan completar o sanar.
En una ocasión alguien quien tiene miedo a volar me comentó que él prefería mantener el miedo mientras vuela, porque el día en que no lo tenga, con toda seguridad se cae el avión. Esta persona ha llegado al punto de usar su expectativa negativa como un amuleto que le permite tener control, pudiendo usar este mismo poder esperando lo contrario, lo cual le puede ofrecer una mejor calidad de vida. Alguna vez has dicho alguna de estas frases: Yo sabía que me iba a montar los cachos, Yo sabía que me iban a robar, siempre me pasa lo mismo, porque a mí, otra vez lo mismo, justo cuando me cambio de cola comienza a avanzar… todas estas frases son el reflejo de la frustración de una persona que se ha condicionado a esperar y recibir lo que no le gusta.
El desarrollo de este hábito se debe a 2 fuentes principales: El aporte de las personas que influyeron en nuestra educación, de quienes absorbimos todo tipo de información sin clasificarla como positiva o negativa. Y por elección personal, al interpretar hechos dolorosos o negativos en nuestra vida como inmutables. En base a esta interpretación, desarrollamos la idea del No merecimiento.
Si has desarrollado este hábito en tu vida, comienza a observar en que situaciones específicas lo usas. El descubrirte en el, te da la libertad de escoger la forma como actúas. Si alguna vez has usado la frase “esto solo me pasa a mí y al pato Lucas” es muy probable que tengas una predisposición a esperar lo peor que la vida te puede ofrecer. Comienza por desplazar de tu vocabulario frases o palabras que te victimicen, renuncia a tener conversaciones negativas, y aléjate de las personas que tengan estas características, pues su influencia en ti, puede convertirse más en una carga que en un apoyo real.
¿Como es el mundo que te rodea hostil o amable? Según sea la respuesta te darás cuenta que esa hostilidad o esa amabilidad, está determinada por el filtro con el que percibes la realidad en la que estas inmerso. Las cosas son como son, sin embargo en base a ese filtro nosotros elegimos y etiquetamos como son para nosotros, para la particular clase de observador que somos. Lo interesante es que cuando cambiamos la forma de mirar las cosas, las cosas que miramos cambian. Recuerda que recibes justo aquello que esperas o está dentro de ti. Las cualidades como la belleza o fealdad de algo están en la capacidad de etiquetar y definir que tenemos cada uno. Esta capacidad de elegir es en definitiva una extensión del poder creador que poseemos. ¿Cómo deseas usar ese poder creador?
Humberto Montes
Coach Master PNL
Consultor, facilitador y conferencista internacional
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